Parroquia Nuestra Señora del Carmen
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HOMILÍAS DEL DOMINGO

- Homilía 24 de Julio de 2016 -

XVII DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO

 


Hemos de mirar mucho a los discípulos para aprender a tratar al Señor como ellos le trataban, como ellos aprendían de él, como ellos escuchaban todo lo que les tenía que decir, y como corregían también sus errores, cuando Jesús se lo indicaba.

Hoy, al fijarnos en los discípulos de Jesús, aprendemos una buena lección. Fueron ellos los que le pidieron que les enseñara a rezar. Entendían que la oración era algo importante, y querían rezar no de cualquier modo, si no de la manera en que habían visto rezar a su maestro. Ellos ya rezarían, porque eran judíos, iban a la sinagoga y rezaban especialmente con los salmos. La petición la hacen después de observar cómo reza el Señor. Ya no quieren rezar como antes, sino como lo hace Jesús. Era una petición algo extraordinaria: queremos hacerlo como lo haces Tú.

Este detalle es precioso, porque en el fondo ser cristiano hoy en el 2016 consiste en lo mismo que entonces: fijarse mucho en Jesús y hacer las cosas como Él. Si no escuchamos a Jesús en nuestra vida, en nuestro día a día, ¿cómo vamos a seguirle? ¿Cómo puedo creer en un Dios que no me pida nada, que no me diga nada, que no me exija nada?

¿Y nosotros? ¿Sabemos rezar? ¿Cómo consideramos de importante la oración? Orar es volar ya hacia Dios, es querer vivir de su presencia, y eso genera gratitud en lugar de egoísmo, amor en lugar de soberbia. Sin oración, el cristiano se desfigura. Si Jesús se retiraba a rezar, si necesitaba esos momentos de diálogo con su Padre, ¿cómo no lo vamos a hacer nosotros?

Las lecturas de hoy son muy esperanzadoras, porque nos presentan, tanto en la primera lectura (que no deja de ser una oración preciosa) como en el evangelio, que nuestro Dios es un Dios que escucha, que responde, y que es misericordioso ante nuestras debilidades. Pero que está esperando que le invoquemos, que le llamemos para que entre en nuestra vida.

"Pedid, buscad y llamad"
Pedid a Dios que se haga presente en vuestro día a día; buscadle en vuestros afanes, llamadle constantemente porque os escucha.
El Señor nos pide la constancia y la confianza, que también se han hecho patentes en la primera lectura en la actitud de Abrahám.


 

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